Salimos de nuestra zona de confort para aventurarnos en una vida nómada llena de emociones y desafíos a diarios
Muchos nos preguntan ¿qué hacíamos antes? ¿cómo se nos ocurrió esta idea? La respuesta es simple, hacíamos la misma vida que muchos, trabajar y estar estresados con las presiones de la vida diaria y nuestro trabajo, prisioneros de una rutina que por más intentos que hacíamos de romperla, seguía allí presente.
En mi caso abogada y arquitecta, en el auge de la profesión y desarrollando una especialidad que me atrapaba pero, un día mi enfermedad, artritis reumatoidea, tuvo una importancia tan fuerte que me hizo replantearme lo que quería en la vida.
Éramos felices viviendo juntos, ese era un gran hallazgo ya que, diez años antes y en segundas nupcias, nos habíamos encontrado. Habíamos probado viajar juntos y eso nos encantaba; elaborar cualquier proyecto, nos salían divinos; trabajar en nuestro estudio jurídico, también lo habíamos logrado. Pasar las 24 horas juntos no era una amenaza.
Así fue que, en junio del 2017, yo estaba convaleciente soportando una terrible gripe producto de la baja en mis defensas por la medicación que tomaba para la artritis. Antes que lo digas, estaba muy lúcida! Por esos días un artículo capturó mi atención, se trataba de una pareja que viajaba por el mundo habiendo dejado todo atrás. En ese momento mi cerebro hizo un click, le conté a Wal lo que había leído y empecé a investigar.
Resultó ser que, esa pareja, no era la única, había muchos como ellos que se habían atrevido. Tantas historias como personas.
Le dije a Wal: ¿qué te parece si hacemos lo mismo mientras yo pueda andar? No soy melodramática, pero es una realidad en mi vida, sentía que el deterioro comenzaba y no sabía realmente por cuánto tiempo iba a poder tener un ritmo intenso como el que estaba comenzando a visualizar. Recuerdo aún la mirada de Wal. Yo estaba acostada en el sillón del estudio, mientras él estaba de espalda trabajando en la computadora. Al escuchar mi pregunta, giró el sillón color manteca, me miró y me dijo: porqué no!?, nos estamos acercando a la mitad de siglo, sólo nos arrepentiremos de lo que no intentamos.
A partir de allí comenzamos a pensar y planificar cómo sería, cómo lo haríamos. No fué nada fácil. El desafío más grande era si seríamos capaces de dejar todas nuestras cosas. ¿Era capaz yo de dejar de lado mi colección de zapatos y carteras y pasar a mochila y zapatillas? ¿Podríamos salir de nuestra zona de confort y meternos de lleno en la aventura?
Poco a poco separamos la ropa, comenzamos a vender nuestras pertenencias y así deshacernos de la historia que en cada una de ellas había. Otras tantas cosas las regalamos, transmitimos nuestra energía positiva a otros seres. De a poco, también, comenzamos a contar a nuestros amigos y familia que nos íbamos. La mayoría hasta que no lo vió no lo creyó o asumió, otros prefirieron hacer de cuenta que ya nos habíamos ido, mientras unos pocos nos alentaron desde el inicio.
Sacamos el pasaje de ida, ya teníamos fecha de partida, 6 de septiembre de 2018. Estuvimos algo más de un año organizando y deshaciendo nuestras vidas. Cerrando cuentas, despidiéndonos de los seres queridos. Pusimos nuestro contador y al principio los días parecían no pasar más, de repente cuando vimos el número 100 en la pantalla de la tablet entendimos que el fin de una etapa se acercaba y ya no había vuelta atrás, estábamos cada vez más cerca.
Sin darnos cuenta y en medio de la vorágine en la que estábamos tratando de no olvidarnos de nada haciendo el check list del check list y la lista de las listas, finalmente llegamos. Pasamos las últimas dos noches en un hotel de la Ciudad de Buenos Aires. Lo usamos como bunker para el despegue final. Si nunca lo hiciste, no imaginas lo que es desmantelar una casa y no porque te mudás donde de última será una caja más que llevás, sino tomar decisiones de lo que se vende, lo que se tira, lo que se guarda, lo que se regala y a quién y porqué. Realmente esos días sufrimos el mazazo del estrés final pero era tanta la adrenalina que generaba la ansiedad de irnos que no nos dábamos cuenta.
Para variar en Argentina comenzaban los disturbios económicos y muchos nos comenzaban a decir qué bueno que se van, ni hablar tiempo después, estaban prontos para sacar el pasaje y sumarse a nuestro estilo de vida. La verdad es que a nosotros no nos motivó la economía sino que el detonador fue buscar el cambio de vida, yo necesitaba bajar el nivel de estrés, todo termina repercutiendo en mis articulaciones y sobre todas las cosas queríamos vivir el ahora, bucear en nuestras pasiones.
Recuerdo el día que le dije a mi reumatóloga que me iba, se ocupó de decirme que lo mío era una enfermedad discapacitante como si con eso iba a lograr que me quedara o cambiara de idea. Por el contrario esa era de las cosas que me empoderaban aún más. Terminar los temas médicos y sentir que te están acompañando y cuidando en la salida, no fue sencillo y representó otro de los obstáculos que tuvimos que sortear. Por suerte el universo nos puso en el camino a nuestra médica clínica que acompañó nuestra salida de un modo inteligente, dándonos los tips que deberíamos tener en cuenta y en mi caso cuáles eran las luces amarillas a las que debía estar atenta.
En enero del 2018, Wal tuvo un episodio de ACV transitorio. Por suerte todo salió bien, sin ninguna secuela ni consecuencia pero fue, eso también, lo que nos reafirmo que era la decisión correcta.
Hoy es hoy y hay que vivir el ahora estemos donde estemos.
Nosotros disfrutamos de pasar el tiempo juntos, somos muy creativos en eso y nunca nos aburrimos. Siempre hay algún nuevo proyecto en el que trabajar o una actividad que compartir.
Antes de irnos de Buenos Aires, quisimos visitar los lugares que para nosotros tenían una gran importancia.
Nos dimos también el tiempo para mirar la ciudad como turistas.
La última cena con mi hermana y sobrina del corazón, la última llamada con mi prima antes del despegue, los abrazos presentes y ausentes, todo está en nuestro disco rígido interno y volvemos a él cuando recordamos desde dónde partimos, registramos y atesoramos todo eso.
Nuestro vuelo salía desde Ezeiza hacia Roma con escala en Londres. Cuatro valijas, una mochila y una cartera era todo lo que nos había quedado y que llevábamos con nosotros. Nuestros amigos nos llevaron al aeropuerto, creíamos que íbamos muy cargados parecía que volvíamos de viaje y no que nos íbamos pero era lógico, no regresaríamos.
Al fin llegamos, ya estábamos en Roma y comenzaba así nuestra nueva etapa y ruta de viaje. Nos propusimos un desafío, ni grande ni pequeño. Confiamos en nuestro potencial y empoderamiento. Aún seguimos viajando y sin dudarlo recomendamos vivir y transitar la experiencia.
Comments